jueves, 9 de junio de 2011

PENTECOSTES , SEGÚN EN LAS VISIONES DE MARIA DE AGREDA , MÍSTICA ESPAÑOLA



¡VEN ESPÍRITU SANTO, 
VEN POTENCIA DIVINA DE AMOR 
VEN SABIDURÍA DE DIOS 
VEN LUZ INFINITA
VEN A MI POBRE CORAZÓN , 
PURIFÍCALO, SANTIFÍCALO
HAZLO TODO TUYO, AMÉN.!

Para éste domingo y en la Liturgia Católica , la Iglesia celebra con gran júbilo sagrado la Fiesta Admirable de Pentecostés , pasados estos 50 días desde la Gloriosa Ascensión de Nuestro Salvador. Aquí expongo el gran episodio sobrenatural de la Venida del Divino Espíritu  de acuerdo a las revelaciones a María de Agreda, mística española.  
Mil bendiciones 

El editor


CAPITULO XXXI. Restaurase la humanidad de Cristo. Únase su cuerpo al de María. 

Desciende el Espíritu Santo al CENÁCULO.

 Estuvo el alma de Cristo nuestro Salvador en el limbo desde las tres y media del viernes a la tarde, hasta después de las tres de la mañana del domingo siguiente. A esta hora volvió al sepulcro.

En el sepulcro estaban otros muchos ángeles que le guardaban, venerando el sagrado cuerpo unido a la divinidad. Y algunos de ellos, por mandato de su Reina, habían recogido las reliquias de la sangre que derramó su Hijo Santísimo, los pedazos de carne que le derribaron de las heridas, los cabellos que arrancaron de su divino rostro y cabeza, y todo lo de-más que pertenecía al ornato y perfecta integridad de su Humanidad Santísima.

Y los ángeles guardaban estas reliquias. Por ministerio de los ángeles fueron restituidas al sagrado cuerpo difunto todas las partes y reliquias que tenían recogidas, dejándole con su natural integridad y perfección. Y al mismo instante el alma santísima del Señor se reunió al cuerpo, y juntamente le dio inmortal vida y gloria. Y en lugar de la sábana y unciones con que le enterraron, quedó vestido de las cuatro dotes de gloria: 

Claridad, 
Impasibilidad, 
Agilidad y 
Sutileza.

Por la impasibilidad quedó invencible de todo el poder criado, porque ninguna potencia le podía alterar ni mudar. Por la sutilidad quedó tan purificada la materia gruesa y terrena, que sin resistencia de otros cuerpos se podía penetrar con ellos como si fuera espíritu incorpóreo; y así penetró la lápida del sepulcro, sin moverla ni dividirla, el que por semejante modo había salido del virginal vientre de su Purísima Madre.

La agilidad le dejó tan libre del peso y tardanza de la materia, que excedía a la que tienen los ángeles inmateriales, y por sí mismo podía moverse con más presteza que ellos de un lugar a otro, como lo hizo en las apariciones de los Apóstoles y en otras ocasiones.

Las Sagradas Llagas que antes afeaban su Santísimo Cuerpo quedaron en pies, manos y costado tan hermosos, refulgentes y brillantes, que le hacían más vistoso y agraciado, con admirable modo y variedad. 

Con toda esta belleza y gloria se levantó nuestro Salvador del sepulcro.

Y en el mismo instante que el Alma Santísima de Cristo entró en su Cuerpo Y le dio vida, correspondió en el de la Madre la comunicación del gozo. Sucedió que en aquella ocasión el evangelista San Juan fue a visitarla para consolarla en su amarga soledad, y encontrola repentinamente llena de resplandor y señales de Gloria a la que antes apenas conocía por su tristeza. Admiró se el santo Apóstol, y habiéndola mirado con grande reverencia, juzgó que ya el Señor sería resucitado, pues la Madre estaba renovada en alegría.

Estando así prevenida María, entró Cristo resucitado y glorioso, acompañado de todos los Santos y Patriarcas. Postróse en tierra la Reina, y adoró a su Hijo, y su Majestad la levantó y llegó a sí mismo. Y con este contacto (mayor que el que pedía la Magdalena de la humanidad y llagas de Cristo) recibió la Madre Virgen un extraordinario favor, que ella sola mereció, como exenta de la ley del pecado. Y aunque no fue el mayor de los favores que tuvo en esta ocasión, con todo eso no pudiera recibirle, si no fuera confortada de los ángeles y por el mismo Señor, para que sus potencias no desfallecieran vio la Divinidad intuitiva y claramente.

En compañía de la Reina del cielo perseveraban alegres los doce Apóstoles con los demás discípulos y fieles aguardando en el cenáculo la promesa del Salvador, confirmada por la Madre, de que les enviaría de las alturas al Espíritu consolador, que les enseñaría y administraría todas las cosas que en su doctrina habían oído. Estaban todos unánimes y tan conformes en la caridad, que en todos aquellos días ninguno tuvo pensamiento, afecto ni ademán contrario de los otros.
María Santísima con la plenitud de sabiduría y gracia conoció el tiempo y la hora determinada por la Divina Voluntad para enviar al Espíritu Santo sobre el colegio apostólico.

El día de Pentecostés por la mañana la Reina previno a los Apóstoles, a los demás discípulos y mujeres santas (que todas eran ciento veinte personas) para que orasen y esperasen con mayor fervor, porque muy presto serían visitados de las alturas con el Divino Espíritu. Y estando así orando todos juntos, ,a la hora de tercia se oyó en el aire un gran sonido de espantoso tronido, y un viento o espíritu vehemente con grande resplandor, como de relámpago y de fuego; y todo se encaminó a la casa del cenáculo, llenándola de luz y derramándose aquel divino fuego sobre toda aquella santa congregación. Aparecieron sobre la cabeza de cada uno de los ciento veinte unas lenguas del mismo fuego en que venía el Espíritu Santo, llenándolos a todos y a cada uno de divinas influencias y dones soberanos, causando a un mismo tiempo muy diferentes y contrarios efectos en el cenáculo y en todo Jerusalén, según la diversidad de sujetos.

Los Apóstoles fueron también llenos y repletos del Espíritu Santo, porque recibieron admirables aumentos de la gracia justificante en grado muy levantado; y solos ellos doce fueron confirmados en esta gracia para no perderla. Respectivamente se les infundieron hábitos de los siete dones, sabiduría, entendimiento, ciencia, piedad, consejo, fortaleza y temor, todos en grado convenientísimo. En este beneficio tan grandioso y admirable, como nuevo en el mundo, quedaron los doce Apóstoles elevados y renovados para ser idóneos ministros del Nuevo Testamento y fundadores de la Iglesia evangélica en todo el mundo.

En todos los demás discípulos, y otros fieles que recibieron el Espíritu Santo en el cenáculo, obró el Altísimo los mismos efectos con proporción y respectivamente, salvo que no fueron confirmados en gracia como los Apóstoles; mas según la disposición de cada uno se les comunicó la gracia y dones con más o menos abundancia para el ministerio que les tocaba en la Iglesia. La misma proporción se guardó en los Apóstoles; pero San Pedro y San Juan señaladamente fueron aventajados con estos dones por los más altos oficios que tenían; el uno de gobernar la Iglesia como cabeza, y el otro de asistir y servir a María Santísima. El texto de San Lucas dice que el Espíritu Santo llenó toda la casa donde estaba aquella feliz congregación, no sólo porque todos en ella quedaron llenos del Divino Espíritu y de sus inefables dones, sino porque la misma casa fue llena de admirable luz y resplandor. Esta plenitud de maravillas y prodigios redundó Y se comunicó a otros fuera del cenáculo; porque obró también diversos y varios efectos el Espíritu Santo en los moradores y vecinos de Jerusalén.

No son menos admirables, aunque más ocultos, otros efectos muy contrarios a los que he dicho que el mismo Espíritu Divino obró este día en Jerusalén.

Sucedió, pues, que con el espantoso trueno y vehemente conmoción del aire y relámpagos en que vino el Espíritu Santo, turbó y atemorizó a todos los moradores de la ciudad enemigos del Señor, respectivamente a cada uno según su maldad y perfidia. Señalóse este castigo con todos cuantos fueron actores y concurrieron en la muerte de nuestro Salvador, particularizándose y airándose en malicia y rabia. Todos éstos cayeron en tierra por tres horas, dando en ella de cerebro.

Y los que azotaron a Su Majestad murieron luego todos ahogados de su propia sangre, que del golpe se les movió y trasvenó hasta sofocarlos, por la que con tanta impiedad derramaron. El que dio la bofetada a Su Majestad Divina, no sólo murió repentinamente, sino que fue lanzado en el infierno en alma y cuerpo. Otros de los judíos, aunque no murieron, quedaron castigados con intensos dolores y algunas enfermedades abominables, que con la Sangre de Cristo de que se cargaron han pasado a sus descendientes, y aún perseveran hoy entre ellos, y los hacen inmundísimos y horribles. Este castigo fue notorio en Jerusalén, aunque los pontífices y fariseos pusieron gran diligencia en desmentirlo, como lo hicieron en la resurrección del Salvador.


Sus comentarios:   januacoeli.puertadelcielo@gmail.com



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jueves, 17 de febrero de 2011

PECADOS CONTRA EL ESPIRITU SANTO

Pecados contra el Espíritu Santo




Desesperación de salvarse.



La presunción de salvarse sin merecimientos.



La impugnación de la verdad conocida.



La envidia o pesar de la gracia ajena.



La impenitencia final.



Los pecados que claman al cielo.



Homicidio voluntario.



Pecado impuro contra el orden de la naturaleza.



Opresión del pobre, de la viuda y del huérfano.



La defraudación o retención injusta del jornal del trabajador.



El pecado que no Tiene Perdón

Leemos en las Sagradas Escrituras:

"El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno" (Mc 3,29; Cf. Mt 12:32; Lc 12:10).



¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable?

Porque se trata del rechazo radical a la gracia que Dios ofrece para la conversión. Según Santo Tomás de Aquino es un pecado “irremisible por su misma naturaleza porque excluye los elementos gracias a los cuales se concede la remisión de los pecados”.



La blasfemia contra el Espíritu Santo es presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal. Es un rechazo a al perdón y a la redención que Cristo ofrece. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina.



Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el # 1864:



No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.



El pecado contra el Espíritu Santo consiste, pues, en la negación de parte de la persona, a aceptar la salvación y el perdón dados por Dios. Cuando el corazón de una persona se obstina de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados y se resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo el cual puede llevarlo al infierno. ¿Por qué? No porque la Iglesia y el Señor no puedan perdonarle, todo lo contrario, sino mas bien porque la persona misma, voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por Dios.



Juan Pablo II en su Encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem 46-48, explica este pecado contra el Espíritu



"Esta blasfemia no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, más bien, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo."



Mas adelante dice: "...consiste en el rechazo radical de aceptar esa remisión, de la que el mismo Espíritu Santo es el íntimo dispensador, y que presupone la verdadera conversión obrada por El en la conciencia" Si Jesús declara imperdonable este pecado es "porque esta no-remisión está unida, como a su causa, a la no-penitencia, es decir, al rechazo radical a convertirse."



Como nos lo explica el Papa, el pecado contra el Espíritu Santo consiste en la resistencia y el rechazo a la conversión. Es el Espíritu Santo el que nos convence del pecado ( Jn 16:8-9). Rechazar en nuestro corazón esta realidad y obstinarnos en el mal nos lleva a este pecado. Esta era la actitud de los fariseos, que se cerraron a la aceptación del plan divino para reconciliarse con los hombres.

*Y algo peor que un cristiano rechace la devociòn a Marìa Inmaculada , como Àncora de salvaciòn , Mediatriz de la causa de la redenciòn de Cristo para todo el mundo , decia Nuestro Amado Jesùs a un confidente "el que rechaza a mi Madre , no se salva ..." . Supone que el misterio de Cristo va unido al misterio de Marìa , el pecador que va a suplicar su salvaciòn a Marìa , Cristo no le rechaza , al contrario se salva , pero para los obstinados del siglo XXI ponen en duda esta propuesta divina poniendo en riesgo la salvaciòn de muchos, rechazar a la Madre de Dios es un pecado capital contra el Espìritu Santo. Y esto esta revelado la causa y la consecuencia en el apocalipsis capitulo 12 : se lee que San Juan vio una visiòn mìstica , Dios revelo el secreto de la caìda de los àngeles , de la misma manera Dios pondrà a prueba a la Iglesia y a la humanidad exponiendo de nuevo el misterio maternal de Maria para con los pecadores , la deciciòn es de humanos ,la aceptamos o no , y de alli serà nuestra suerte eterna. Cuantos aun dentro de la Iglesia de Dios rechazan a Marìa Inmaculada con gran odio y furor pareciéndose a los ángeles antiguos que cayeron en el error, igualmente esta sucediéndose en el cumplimiento de esta dramàtica profecia bíblica.

Quien como Dios , nadie como Dios , por Él la Gloria y el Honor de darnos tan maravillosa Abogada Celestial , Marìa
Madre nuestra y Madre de la humanidad.
*Marco Antonio Guzmàn N.